Viene de aquí…
Cuando volvió a salir de los túneles, después de esquivar un par de convoyes y alguna que otra mirada inquisitiva de trabajadores que se dirigían a su puesto laboral, ya empezaba a despuntar el sol por entre los edificios. Contaba en su poder con un nuevo pasaporte y carnet de conducir. Aunque importante, aquello no era lo que realmente había ido a buscar cuando se adentró buscando al experto.
Lo que realmente más valor tenía en esos momentos, era la carta que guardaba con sumo cuidado en el interior de su abrigo. Y aunque no fuese todo lo real que aparentaba, ese pequeño dato tan sólo lo conocía él y la persona que lo había escrito. Y sobre esta último no había que preocuparse lo más mínimo.
Entró en un café, se sentó en la mesa más alejada y escondida y respiró hondo. Aquella carta que con tanto mimo guardaba y que era la única posibilidad de intentar arreglar la situación en la que se encontraba, sólo tenía un destinatario. Y ese sería su siguiente paso, encomendarse al diablo y encontrarse cara a cara con ese destinatario.
Ciudad Sin Ley
P.D.: la foto es de Euzesio.
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